jueves, 13 de enero de 2011

Empanadillas

Adoraba las empanadillas que me llegaban por correo. Las comí a diario durante varios años y cada vez las disfrutaba más. Las de atún, pisto, carne picada… Aunque a veces me sentaban mal siempre las tolere y decidí en un momento dado que me alimentaria de ellas el resto de mi vida.  Un día mi estomago dijo basta. Empecé a vomitar,  me crujían las tripas y los dolores iban cada vez a más, no podía con ni una empanadilla más y tuve que suspender los pedidos.  Los primeros días fueron duros y realmente pensé que solo seria por una temporada pero los terribles dolores ya duraban meses y poco a poco fui comprendiendo que no volvería nunca más a comer empanadillas. Realmente me quería morir de malestar. 
Un día me desperté en la cueva y me sorprendí a mi mismo al no tener que ir al baño a meter la cabeza en el wc. Tampoco sentía dolor estomacal  y apenas tenía fiebre. Me tome una sopa y una ensalada. Fui al buzón a recoger el correo y fue precisamente ese día el primero en que empecé a recibir la publicidad para retomar los pedidos de empanadillas. Era una revista a todo color que informaba sobre las fantásticas ofertas y de los nuevos tipos de empanadillas que habían surgido mientras yo me retorcía en mi cama. Solo fui capaz de abrir aquel número,  recibir aquella información me ponía enfermo otra vez  y no estaba dispuesto. Desde entonces intento ser feliz con mis sopas de verduras, mis chuletones y mi birra. No son empanadillas pero no hacen que me quiera morir.
De tarde en tarde me sigue llegando información del “Fantástico mundo de las empanadillas”.  Me duele el estomago un segundo. Mucho.  Más. Entonces respiro a fondo, me armo de valor y echo la revista sin abrir al cajón de reciclaje.