miércoles, 17 de agosto de 2011

Puerta encajada



Encerrado en la cueva… casi prisionero de las circunstancias escribo estas letras.

Intentando escalar aquella gran cima… aquella que no duró más de un par de etapas, caí, me despeñé y me provocó heridas por todo el cuerpo… menos en el corazón… este ya lo traía magullado. A saber de si hubiera estado sano, también habría salido roto.
 La inercia de la caída por la pendiente me metió de golpe en la cueva, estampándome contra la pared con tal fuerza, que fuera de lo sexual, no recuerdo. La misma inercia cerró de golpe la puerta de la cueva que ha quedado desencajada.

Pasan los días… y la puerta solo se abre a determinadas horas, quizás por que el sol la dilata lo justo para que haga “autopalanca” y permita ejercer su función a las bisagras. Salgo y hago lo poco que tengo que hacer fuera, vuelvo a entrar encajando la puerta que no se abrirá hasta que el sol vuelva a dilatar mañana.

Llevo bien mi retiro… paso muchas horas, solo, en las que no paro de meditar en los errores que he cometido en mi vida… si no llega a ser por mi enclaustramiento quizás no me habría dado cuenta de algunas cosas que he hecho mal. Todo pasa por algo…

Pasado mañana  me levantaré creyéndome que el corazón, que el alma, vuelve a estar dispuesto para otra guerra… Hoy día se que eso es mentira, pero es que lo que narro va a pasar pasado mañana… 

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